sábado, 2 de enero de 2010

La cumbre de Copenhagen y el fin de la era del petróleo

La disminución de las emisiones de CO2 y el calentamiento global plantean el fin de la era del petróleo. Cito palabras de Ahmed Yamani, Ex-Ministro de Petróleo de Arabia Saudita y una de las personas más influyentes en la historia de la OPEP:

“La Edad de Piedra no terminó por falta de piedras y la era del petróleo no terminará por la falta de crudo”.

El problema no estriba en la escasez del suministro petrolero, es un problema de carácter estratégico que obedece al riesgo de dependencia de una única fuente de suministro, razón que oculta el interés de sustitución de la fuente primaria de energía por parte de las economías consumidoras.

Efectivamente el petróleo convencional no debería durar más de 50 años, sin embargo, y a pesar de esto, al mundo le quedarían más de 200 años de abastecimiento de petróleo no-convencional ubicado en las arenas petrolíferas del Canadá y en la faja petrolífera del Orinoco. El riesgo subyace en la disminución de las alternativas de suministro para los principales consumidores de petróleo, principalmente EEUU, consumidor de cerca del 25% de la producción mundial del hidrocarburo. El hecho de estar ubicadas gran parte de estas reservas en Venezuela, un país cada vez menos alineado con las políticas norteamericanas y cada vez más cercano a China, Rusia y Brasil, plantean un escenario altamente riesgoso para el imperio y para todo aquel que pretenda hacer uso exclusivo de un recurso escaso y de primera necesidad.

Todo esto coloca a Venezuela en el ojo del huracán y lo convierte en foco de tensiones geopolíticas mundiales, a menos que, “inesperadamente” la “comunidad mundial” decida sustituir la fuente primaria de energía, y que mejor excusa que el calentamiento global y el fin de la humanidad para forzar este cambio.

Resulta inocente pensar que el principal contribuyente a través de la historia a la emisión de gases invernadero (EEUU) y país que ha sustentado y sustenta su economía en el consumo de este hidrocarburo, esté dispuesto a ser el principal sacrificado en medio de una crisis estructural de su economía que amenaza con hacer retroceder su influencia y supremacía mundial. La razón determinante por la cual el petróleo se impone entre todas las fuentes de energía existentes es su costo más bajo en relación con las fuentes alternativas, razón por la cual la única manera de aceptar un cambio sin ser mayormente afectados en términos comparativos con sus principales competidores sería imponer el cambio en la matriz energética a escala global y sin excepciones.

Para lograr eso disponen del aparato de propaganda más poderoso de la historia (los medios de comunicación), a través del cual venden la idea de corresponsabilidad en la contaminación mundial evadiendo su responsabilidad histórica. Lo que persiguen es crear una opinión pública que justifique la sustitución del petróleo a pesar del costo que esto pueda significar para la economía de las personas, quienes de manera directa verán incrementar sus gastos por consumo energético (combustible automotor, calefacción y enfriamiento, generación eléctrica). Evidentemente este cambio afectaría la economía mundial, pero no afectaría exclusivamente la economía de los EEUU, lo que los colocaría en igualdad de condiciones para competir con sus principales rivales.

Esto explica su negativa al protocolo de Kyoto y su interés en forzar acuerdos diseñados a su medida, a espaldas de la comunidad de naciones, y bajo la promesa de ayudas económicas para países que ven amenazada su existencia ante el crecimiento de las aguas (caso de las naciones insulares) y el avance de la desertificación (caso de África). Estamos frente a un escenario de supervivencia, donde el dinero no representa ninguna alternativa, se trata de que estos países no tienen margen de negociación, es vivir o morir.

Habría que preguntarse entonces: ¿Existe realmente un compromiso ambiental por parte de los EEUU cuando sabemos que todos los recursos económicos para ayuda a terceros se manejan bajo un criterio político?, ¿hasta qué punto países como Cuba y Sudan podrían confiar en estas ayudas cuando quien hoy se ofrece como su salvador, históricamente ha sido su verdugo?. Basta con recordar como los EEUU han retirado del sistema de preferencias arancelarias a Bolivia, simplemente por asumir una postura nacionalista, o como diariamente los EEUU amenazan con retirarle la ayuda a la lucha contra las drogas a Colombia, o como manipulan con informes amañados el tema de los DDHH como excusa para condicionar su apoyo económico. Es evidente que esta promesa no constituye una garantía ni mucho menos una salvación para la humanidad.

La verdadera contribución radica en la disminución efectiva del consumo, la única manera de disminuir la producción de gases invernadero es consumir menos hidrocarburos lo que en términos generales se traduce en un modo de vida más austero para aquellas sociedades que fueron acostumbradas a vivir del derroche, lo que constituye la gran contradicción para el modo de producción capitalista.

Planteamientos de fijación de impuestos ambientales para los países productores de petróleo y críticas a países como Bolivia y Venezuela acusándolos de defender sus intereses como productores de Gas y Petróleo en contra del interés mundial, resultan débiles y no soportan un análisis profundo. Planteamientos como que el asesino no sólo es el que mata sino el que produce el arma, son argumentos que se esgrimen en contra de los productores de petróleo, sin embargo, habría que preguntarse si culpable también es el produce la pólvora o el plomo de las balas, porque en este caso los productores seríamos los que creamos la pólvora y los refinadores y consumidores serían los productores de las armas y los asesinos respectivamente.

Ha sido histórico el objetivo de la OPEP de implementar políticas energéticas basadas en el costo de reemplazo de varias fuentes de energía, a fin de lograr un uso más eficiente para los combustibles fósiles y el cambio gradual a las tecnologías renovables durante el periodo de transición1. Esta postura ha perseguido el fomento del ahorro de los recursos energéticos y su uso conciente, posición que constante y repetidamente ha sido atacada a lo largo de la historia por los mismos que hoy pretenden responsabilizarnos de la hecatombe mundial en ciernes. ¿Cuántas veces esta Organización no fue acusada de impedir el desarrollo al encarecer el costo de la energía a través de sus políticas de recortes a la producción?, ¿es que acaso el encarecimiento del consumo a través de la fijación de impuestos, en esencia, no cumple el mismo objetivo que la política de recortes a la producción?, ¿cuantos golpes de estado, conflictos internos e invasiones no fueron impuestos a nuestros países por osar administrar de manera nacional y soberana estos recursos de forma conciente contradiciendo los intereses de aquellos que reclamaban mayor producción para satisfacer su voraz apetito consumista?.

Si cabe la aplicación de algún impuesto sería al consumo, lo que atacaría de manera directa la causa de la contaminación y de manera indirecta la producción del petróleo. He ahí la carga económica a la que se niegan imponer los países consumidores a sus economías contaminantes, por lo que criticas como la de la Ministra española en contra de Bolivia y Venezuela resultan cínicas y oportunistas porque pretenden ignorar el pasado y descontextualizar el problema. Históricamente han sido las economías desarrolladas las que han defendido sus intereses a espaldas del interés mundial y hoy vuelven a hacer uso de todos los recursos de los que disponen para engañar al planeta entero y forzarlos a tomar acciones que no atacan el problema de raíz.

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